Un asunto principal para la Ciudadanía democrática es el "SABER" como parte crucial de la sociedad del conocimiento, sin embargo, realmente existe la sociedad del conocimiento? y es ésta una novedad? porque si se analiza la idea de conocimiento per se, tenemos que éste es una propiedad humana general y no una diferencia específica de determinada época. Si se entiende El Saber como una capacidad de comprender el entorno a través de la adquisición intencional de experiencias concretas mediante la reflexión abstracta, esta capacidad es propia del Homo sapiens que ha explicado su éxito en comparación con otras especies del género Homo; pero, no podemos descartar también el concepto de IGNORANCIA, que ha desempañado una función en la sociedad del conocimiento para la adquisición y reproducción del conocimiento, así como para la emergencia y el cambio de las instituciones. La IGNORANCIA no es un déficit en la toma de decisiones, sino una oportunidad para la acción creativa. Una "Sociedad del Conocimiento" es, de entrada, una sociedad que "produce" desconocimiento en la medida en que cuestiona y desestabiliza las orientaciones tradicionales. Pero se puede ver a la sociedad del desconocimiento como aquella que es cada vez más consciente de su no-saber y que progresa, más que aumentando sus conovimientos, aprendiendo a gestionar su desconocimiento.
La ciencia y la investigación ya no son instancias autoritarias o definitivas sino, productoras de incertidumbre e inestabilidad. Una sociedad del conocimiento es aquella cuya inteligencia colectiva consiste en manejar con prudencia y racionalidad la ignorancia en la que nos vemos obligados a actuar. Hablamos de una sociedad del conocimiento cuando nuevas formas de conocimiento y simbolización impregnan cualitativamente todos los ámbitos esenciales de una sociedad. La mayor parte de lo que hoy llamamos saber o aprender no consiste en la relación directa con las cosas, sino con el saber objetivado, es decir, ése que media entre los seres humanos y la naturaleza, en el lenguaje, las bases de datos, los libros…
El origen de la sociedad del conocimiento está vinculado a la transformación de la producción social del saber. Desde esa perspectiva, este tipo de sociedad no se caracteriza ni por el incremento y la aplicación del saber ni porque aumente la importancia de la ciencia. Sino se define por la institucionalización de mecanismos reflexivos en diversos ámbitos funcionales que se convierten en instrumentos de aprendizaje de la sociedad. El principio de investigación; de manejar la información con el ánimo de aprender, se ha convertido en un modo general de actuar en la sociedad actual.
Lo importante a la hora de caracterizar a una sociedad como tal, no son ni los artefactos ni las cualificaciones de las personas, ni siquiera el valor de conocimiento de los productos y servicios; lo decisivo es el TIPO DE SABER que destaca concretamente la generación y organización de un conocimiento especialmente activo y reflexivo (Giddens, 1991). El conocimiento necesario ya no está basado únicamente por la experiencia, sino que es generado a través de procesos activos de aprendizaje; las experiencias ya no se hacen pasivamente sino prospectivamente, a través de una actitud investigadora, de manera sistemática y reflexiva. El saber es una actividad, lo que supone su apropiación y no sólo su consumo.
En la medida en que el saber es capacidad de acción, los clientes de los expertos pierden algo de su dependencia, aunque sea sólo por poder cuestionar el saber que se ha puesto a su disposición. Al analizar las sociedades del conocimiento, se viene a bajo una crítica, es la denuncia de la homogeneización. Hay una pluralidad de identidades a diversas escalas (locales, regionales, nacionales) que hacen frente con éxito al proceso mundial de homogeneización para poner en duda la sustitución de todas las formas de saber por el conocimiento científico.
La relación entre el saber y el poder está hoy en día llena de paradojas. A la ciencia se le pide que ponga a disposición un saber relevante para la adopción de decisiones colectivas de gran trascendencia para la sociedad. Al mismo tiempo se observa una disminución de la confianza en la ciencia. Una sociedad del conocimiento no es aquella en la que la ciencia tiene una gran importancia, sino aquella en la que el saber tiene una gran importancia. No se entiende bien la sociedad del conocimiento cuando no se toma en cuenta que en ella, es su dinámica y conflictos, comparecen una gran variedad de tipos de saber, en parte concurrentes. Por ello, las políticas del conocimiento han de establecerse como políticas de la diversidad del conocimiento (Rammert, 2003) que incluya una pluralidad de actores y escenarios en que se lleve a cabo los procesos de interpretación y negociación.
La sociedad del conocimiento no es la sociedad del conocimiento exacto, seguro, indiscutible y monopolizado por una ciencia no controvertida. La multiplicación de escenarios y contextos ha contribuido a la dispersión del saber. Ha desaparecido ese mundo de hechos, rotundo, indiscutible, en el que se justificaron la ciencia moderna y la autoridad de los expertos.
La democratización de la ciencia no significa que todas las cuestiones científicas hayan de ser decididas por votación sino algo más sutil y diferenciado que tiene que ver con un conjunto de exigencias de legitimación en decisiones que nos afectan a todos, en la asignación de recursos o en la regulación de los cada vez más numerosos autores y más fuerzas que intervienen en asuntos que ya no pueden considerarse competentes exclusivamente a los expertos.
La relación entre la ciencia y la sociedad ha sufrido profundas transformaciones en torno a la nueva complejidad que resulta del debilitamiento de las delimitaciones que habían orientado a la ciencia tradicional. Todo un conjunto de circunstancias nos están obligando a redefinir la diferencia entre hechos y valores, entre expertos y legos o entre saber y no-saber.
En los medios existen, datos que de acuerdo al usuario, son relevantes o irrelevantes. Los relevantes, parece que son la información potencial que muchas veces acaba siendo minimizada por la gran cantidad de malos datos que confluyen en ese mismo espacio que es la red. Estos malos datos, que podrían entenderse como el ruido que turba el canal de comunicación, no solamente representan un obstáculo que dificulta el buen transporte de datos significativos, sino que complejiza nuestra manera de conocer, haciendo necesario el desarrollo de una nueva forma en la cual navegar en el mundo de las mediaciones. La exposición de una serie de ideas acerca de la naturaleza de los medios y de los datos, o como una guía estratégica para saber cómo darle un buen uso a las tecnologías de la información. La producción y la distribución del saber e han convertido en cuetiones habituales de la politíca y en objeto de desiciones económicas, el control social del conocimiento cientffico y
del saber tecnico ha aumentado de forma considerable.
Una sociedad del conocimiento y la innovación que desplace a los ideales de formación de un ser creativo, es capaz de modificar sus expectativas cuando la realidad cambie. La democracia del conocimiento en un doble sentido: en lo referente a hacer ver que las discusiones que se dilucidan en el ámbito de la ciencia también son asuntos de la ciudadanía. El saber es un componente central de las sociedades contemporáneas, su producción, regulación y distribución, no podía sustraerse a la confrontación política explicita. La centralidad del saber cómo campo de batalla se pone de manifiesto no solo en el hecho de que la política y la economía combatan por el saber, sino también en que las confrontaciones ideológicas se planteen en ocasiones como disputas científicas, que el saber sea el motivo de la disputa que todos apelen al saber para justificar sus posiciones. Entre las incómodas desproporciones de nuestro mundo está una ignorancia muy propia de la sociedad avanzada, que es producida por el exceso de información y que se ha calificado con neologismos. La especialización y la fragmentación del conocimiento han producido un incremento de información que va acompañado de un avance muy modesto en lo que se refiere a nuestra comprensión del mundo.
El conocimiento, más que un medio para saber es un instrumento para convivir. Su función más importante no consiste en reflejar una supuesta verdad objetiva, adecuando nuestras percepciones a la realidad exterior, sino en convertirse en el dispositivo más poderoso a la hora de configurar un espacio democrático de vida común entre los seres humanos. Y es que nuestros principales problemas colectivos no son, contra lo que suele afirmarse, problemas de voluntad, de falta de decisión o de inmoralidad; deberíamos considerarlos también fracasos cognoscitivos o que tienen su origen en un organización deficiente del conocimiento desde el punto de vista de su legitimidad democrática. La sociedad contemporánea, pese a su complejidad, no es un reino de poderes incontrolables sino algo hecho por los seres humanos; estamos confrontados a procesos que se sustraen de nuestro control absoluto pero que pueden ser parcialmente regulados. Tampoco en la época de las consecuencias secundarias estamos condenados a la alternativa entre la responsabilidad total y la total irresponsabilidad. La tarea que tenemos por delante es más bien determinar nosotros mismos, mediante procedimientos de legitimación democrática, cómo queremos construir políticamente nuestra responsabilidad, que es la expresión práctica de la inteligencia.
¿Qué es la sociedad de conocimiento y como identificarla?
Una sociedad que la que se halla aprendido primero a entender que el conocimiento no tiene que ser visto como supremo e ilimitado, ya que junto a el también avanza una incertidumbre y un riesgo y con ello se tiene el crecimiento paralelo de la ignorancia como algo preponderante y algo de lo que no se puede estar exento. Entonces una sociedad del conocimiento es también aquella que aprenda a gestionar la ignorancia y a usarla como un recurso. Se hacen consideraciones sobre la relación entre el conocimiento científico, la política y el poder, de como están articuladas y como la democracia juega un papel importante como generadora de "saberes colectivos y no solo un equilibrio de intereses". Así, se argumenta que el saber es un asunto de todos y la acción democrática un medio que media entre las distintas controversias que puedan presentarse. Así la sociedad del conocimiento no es la de un conocimiento hegemónico, si no una sociedad que entienda los alcances del saber y la importancia del no-saber, así como una en donde los relaciones políticas estén encaminadas a una mejor articulación entre la sociedad y los conocimientos, una distribución si no homogénea si con censada de alguna manera entre expertos y la sociedad que los identifica como tales, una sociedad en donde el conocimiento no se centre nada más en un núcleo y que el resto de la ciudadanía pueda tomar decisiones en la opinión pública con una base de saberes que permitan emitir mejores políticas mediante el ejercicio democrático.
Un asunto principal para la Ciudadanía democrática es el "SABER" como parte crucial de la sociedad del conocimiento, sin embargo, realmente existe la sociedad del conocimiento? y es ésta una novedad? porque si se analiza la idea de conocimiento per se, tenemos que éste es una propiedad humana general y no una diferencia específica de determinada época. Si se entiende El Saber como una capacidad de comprender el entorno a través de la adquisición intencional de experiencias concretas mediante la reflexión abstracta, esta capacidad es propia del Homo sapiens que ha explicado su éxito en comparación con otras especies del género Homo; pero, no podemos descartar también el concepto de IGNORANCIA, que ha desempañado una función en la sociedad del conocimiento para la adquisición y reproducción del conocimiento, así como para la emergencia y el cambio de las instituciones. La IGNORANCIA no es un déficit en la toma de decisiones, sino una oportunidad para la acción creativa. Una "Sociedad del Conocimiento" es, de entrada, una sociedad que "produce" desconocimiento en la medida en que cuestiona y desestabiliza las orientaciones tradicionales. Pero se puede ver a la sociedad del desconocimiento como aquella que es cada vez más consciente de su no-saber y que progresa, más que aumentando sus conovimientos, aprendiendo a gestionar su desconocimiento.
La ciencia y la investigación ya no son instancias autoritarias o definitivas sino, productoras de incertidumbre e inestabilidad. Una sociedad del conocimiento es aquella cuya inteligencia colectiva consiste en manejar con prudencia y racionalidad la ignorancia en la que nos vemos obligados a actuar. Hablamos de una sociedad del conocimiento cuando nuevas formas de conocimiento y simbolización impregnan cualitativamente todos los ámbitos esenciales de una sociedad. La mayor parte de lo que hoy llamamos saber o aprender no consiste en la relación directa con las cosas, sino con el saber objetivado, es decir, ése que media entre los seres humanos y la naturaleza, en el lenguaje, las bases de datos, los libros…
El origen de la sociedad del conocimiento está vinculado a la transformación de la producción social del saber. Desde esa perspectiva, este tipo de sociedad no se caracteriza ni por el incremento y la aplicación del saber ni porque aumente la importancia de la ciencia. Sino se define por la institucionalización de mecanismos reflexivos en diversos ámbitos funcionales que se convierten en instrumentos de aprendizaje de la sociedad. El principio de investigación; de manejar la información con el ánimo de aprender, se ha convertido en un modo general de actuar en la sociedad actual.
Lo importante a la hora de caracterizar a una sociedad como tal, no son ni los artefactos ni las cualificaciones de las personas, ni siquiera el valor de conocimiento de los productos y servicios; lo decisivo es el TIPO DE SABER que destaca concretamente la generación y organización de un conocimiento especialmente activo y reflexivo (Giddens, 1991). El conocimiento necesario ya no está basado únicamente por la experiencia, sino que es generado a través de procesos activos de aprendizaje; las experiencias ya no se hacen pasivamente sino prospectivamente, a través de una actitud investigadora, de manera sistemática y reflexiva. El saber es una actividad, lo que supone su apropiación y no sólo su consumo.
En la medida en que el saber es capacidad de acción, los clientes de los expertos pierden algo de su dependencia, aunque sea sólo por poder cuestionar el saber que se ha puesto a su disposición. Al analizar las sociedades del conocimiento, se viene a bajo una crítica, es la denuncia de la homogeneización. Hay una pluralidad de identidades a diversas escalas (locales, regionales, nacionales) que hacen frente con éxito al proceso mundial de homogeneización para poner en duda la sustitución de todas las formas de saber por el conocimiento científico.
La relación entre el saber y el poder está hoy en día llena de paradojas. A la ciencia se le pide que ponga a disposición un saber relevante para la adopción de decisiones colectivas de gran trascendencia para la sociedad. Al mismo tiempo se observa una disminución de la confianza en la ciencia. Una sociedad del conocimiento no es aquella en la que la ciencia tiene una gran importancia, sino aquella en la que el saber tiene una gran importancia. No se entiende bien la sociedad del conocimiento cuando no se toma en cuenta que en ella, es su dinámica y conflictos, comparecen una gran variedad de tipos de saber, en parte concurrentes. Por ello, las políticas del conocimiento han de establecerse como políticas de la diversidad del conocimiento (Rammert, 2003) que incluya una pluralidad de actores y escenarios en que se lleve a cabo los procesos de interpretación y negociación.
La sociedad del conocimiento no es la sociedad del conocimiento exacto, seguro, indiscutible y monopolizado por una ciencia no controvertida. La multiplicación de escenarios y contextos ha contribuido a la dispersión del saber. Ha desaparecido ese mundo de hechos, rotundo, indiscutible, en el que se justificaron la ciencia moderna y la autoridad de los expertos.
La democratización de la ciencia no significa que todas las cuestiones científicas hayan de ser decididas por votación sino algo más sutil y diferenciado que tiene que ver con un conjunto de exigencias de legitimación en decisiones que nos afectan a todos, en la asignación de recursos o en la regulación de los cada vez más numerosos autores y más fuerzas que intervienen en asuntos que ya no pueden considerarse competentes exclusivamente a los expertos.
La relación entre la ciencia y la sociedad ha sufrido profundas transformaciones en torno a la nueva complejidad que resulta del debilitamiento de las delimitaciones que habían orientado a la ciencia tradicional. Todo un conjunto de circunstancias nos están obligando a redefinir la diferencia entre hechos y valores, entre expertos y legos o entre saber y no-saber.
En los medios existen, datos que de acuerdo al usuario, son relevantes o irrelevantes. Los relevantes, parece que son la información potencial que muchas veces acaba siendo minimizada por la gran cantidad de malos datos que confluyen en ese mismo espacio que es la red. Estos malos datos, que podrían entenderse como el ruido que turba el canal de comunicación, no solamente representan un obstáculo que dificulta el buen transporte de datos significativos, sino que complejiza nuestra manera de conocer, haciendo necesario el desarrollo de una nueva forma en la cual navegar en el mundo de las mediaciones. La exposición de una serie de ideas acerca de la naturaleza de los medios y de los datos, o como una guía estratégica para saber cómo darle un buen uso a las tecnologías de la información. La producción y la distribución del saber e han convertido en cuetiones habituales de la politíca y en objeto de desiciones económicas, el control social del conocimiento cientffico y
del saber tecnico ha aumentado de forma considerable.
Una sociedad del conocimiento y la innovación que desplace a los ideales de formación de un ser creativo, es capaz de modificar sus expectativas cuando la realidad cambie. La democracia del conocimiento en un doble sentido: en lo referente a hacer ver que las discusiones que se dilucidan en el ámbito de la ciencia también son asuntos de la ciudadanía. El saber es un componente central de las sociedades contemporáneas, su producción, regulación y distribución, no podía sustraerse a la confrontación política explicita. La centralidad del saber cómo campo de batalla se pone de manifiesto no solo en el hecho de que la política y la economía combatan por el saber, sino también en que las confrontaciones ideológicas se planteen en ocasiones como disputas científicas, que el saber sea el motivo de la disputa que todos apelen al saber para justificar sus posiciones. Entre las incómodas desproporciones de nuestro mundo está una ignorancia muy propia de la sociedad avanzada, que es producida por el exceso de información y que se ha calificado con neologismos. La especialización y la fragmentación del conocimiento han producido un incremento de información que va acompañado de un avance muy modesto en lo que se refiere a nuestra comprensión del mundo.
El conocimiento, más que un medio para saber es un instrumento para convivir. Su función más importante no consiste en reflejar una supuesta verdad objetiva, adecuando nuestras percepciones a la realidad exterior, sino en convertirse en el dispositivo más poderoso a la hora de configurar un espacio democrático de vida común entre los seres humanos. Y es que nuestros principales problemas colectivos no son, contra lo que suele afirmarse, problemas de voluntad, de falta de decisión o de inmoralidad; deberíamos considerarlos también fracasos cognoscitivos o que tienen su origen en un organización deficiente del conocimiento desde el punto de vista de su legitimidad democrática. La sociedad contemporánea, pese a su complejidad, no es un reino de poderes incontrolables sino algo hecho por los seres humanos; estamos confrontados a procesos que se sustraen de nuestro control absoluto pero que pueden ser parcialmente regulados. Tampoco en la época de las consecuencias secundarias estamos condenados a la alternativa entre la responsabilidad total y la total irresponsabilidad. La tarea que tenemos por delante es más bien determinar nosotros mismos, mediante procedimientos de legitimación democrática, cómo queremos construir políticamente nuestra responsabilidad, que es la expresión práctica de la inteligencia.
¿Qué es la sociedad de conocimiento y como identificarla?
Una sociedad que la que se halla aprendido primero a entender que el conocimiento no tiene que ser visto como supremo e ilimitado, ya que junto a el también avanza una incertidumbre y un riesgo y con ello se tiene el crecimiento paralelo de la ignorancia como algo preponderante y algo de lo que no se puede estar exento. Entonces una sociedad del conocimiento es también aquella que aprenda a gestionar la ignorancia y a usarla como un recurso. Se hacen consideraciones sobre la relación entre el conocimiento científico, la política y el poder, de como están articuladas y como la democracia juega un papel importante como generadora de "saberes colectivos y no solo un equilibrio de intereses". Así, se argumenta que el saber es un asunto de todos y la acción democrática un medio que media entre las distintas controversias que puedan presentarse. Así la sociedad del conocimiento no es la de un conocimiento hegemónico, si no una sociedad que entienda los alcances del saber y la importancia del no-saber, así como una en donde los relaciones políticas estén encaminadas a una mejor articulación entre la sociedad y los conocimientos, una distribución si no homogénea si con censada de alguna manera entre expertos y la sociedad que los identifica como tales, una sociedad en donde el conocimiento no se centre nada más en un núcleo y que el resto de la ciudadanía pueda tomar decisiones en la opinión pública con una base de saberes que permitan emitir mejores políticas mediante el ejercicio democrático.