Poema flaviano
PALABRA A LOS ONCE AÑOS
-I-
Piedras quemadas, cenizas,
la destrucción imperante
en un templo derruido.
Apenas hay un altar,
hay un niño arrodillado
y un padre que está a su lado,
es el gran Amilcar Barca,
un defensor de Cartago.
«Anibal -dice Amilcar-
sólo tienes once años…
mas sólo nos quedas tú…
Roma nos ha aniquilado,
ha destruido Cartago
y asesinado a tu pueblo…
hoy, ante estas piedras quemadas,
ruina, destrucción entera,
ante el altar derrumbado
de nuestro dios tutelar,
tienes que jurar por algo…
Sí, padre, ¿qué he de jurar?
¡Tienes que destruir Roma!
Sí, padre, ¡lo juro!…»
Un poco más en lo alto
un anciano macilento,
dios tutelar de Cartago,
empezó a sollozar…
«Ay, Anibal, sólo tienes once años!,
¿qué pudieras hacer tu?
¡sólo tienes once años!…
si la gente de Cartago
como tú hubiera sido
otra sería la historia…
sólo tienes once años…
mas si cumples tu palabra,
yo, dios tutelar de Cartago,
¡por ti haré!…
pero, ¿qué podrías hacer tú?,
sólo tienes once años…»
-II-
Fueron pasando los años,
¿veinte?, ¿treinta?, ¡quién lo sabe!,
y en la tranquila Italia
que vive la «pax romana»,
un buen día se escuchan
rumores desatinados…
insólitos, increíbles…
«dicen que dicen que
se están volviendo las tornas,
la historia está cambiando,
que los vencidos de ayer
vencedores ya se vuelven…
dicen que dicen que…
un capitán de Cartago,
con ejército inmenso
endurecido en mil luchas,
está bajando los Alpes
con una espada en la mano,
¡apuntándola hacia Roma!…
Dicen que …se llama Aníbal».
De ello se entera el Senado,
se ríe de esos rumores,
«¡Nuestra Roma es inmortal!»
Pero no eran rumores,
Anibal marcha hacia Roma
…de ello se entera el Senado
de manera displicente,
«A Trasimeno enviemos
algunas buenas legiones
que apresen a ese demente,
¿cómo se llama?, ¿Anibal?,
y que lo traigan clavado,
¡sobre una tabla clavado!».
Pasa el tiempo y, al Senado,
llegan muy malas noticias
…un legionario romano,
roto, totalmente destrozado…
«Senado …¡ay, Roma, prepárate!,
hay cántico de difuntos…
Senado… en Trasimeno caímos
el ejército romano…
Anibal nos hizo añicos,
es un genio militar
y avanza ya sobre Roma…
«¡Ay, Roma!…»
Se puso de pie el Senado
espantado de lo oído
y, allá en las alturas,
también cundió el espanto,
en el monte del Olimpo
los dioses se acongojaron
pues siempre fueron tutela
de los destinos romanos
…y sólo hubo un anciano,
dios tutelar de Cartago,
que lloraba de alegría,
«¡Bravo, Anibal, cumpliendo estás
tu palabra de once años!».
Mas los dioses espantados,
todos menos el anciano,
toman una decisión,
«¡hay que inducir al Senado
a que hacia a Cannas envié,
lugar ideal romano,
a sus mejores legiones
y más grandes capitanes!,
¡hay que acabar a esa fiera!,
¡a esa fiera de Cartago!».
Inducido fue el Senado,
a Cannas son enviadas
innumerables legiones
y los grandes capitanes.
Tomada la decisión todo se vuelve
…alborozo, alegría, grandes risas,
«¡Roma será inmortal,
en Cannas acabaremos
a esa sombra de Cartago!».
Todo se vuelve alborozo
…pero hay preocupación,
«¿y si venciera Anibal?,
¿qué sería ya de Roma?».
Mas son malos pensamientos
olvidados de inmediato,
«¡Roma nunca caerá!».
Los días están pasando,
no hay noticias… hay silencio,
espera angustiada Roma
lo que haya acontecido
en el campo de batalla,
¿no hay noticias?, ¡sí!,
algo se escucha a lo lejos,
son sonidos militares,
son sonidos vencedores
de un ejército triunfante,
de un ejército cercano…
«Sí, dicen los romanos,
¡son las amadas legiones
que retornan en victoria!».
Se alborota toda Roma,
ríe, canta, es la alegría
..pero, ¿qué pasa?,
«esos sonidos que oímos…
no nos resultan romanos…
nos parecen africanos…»,
y en las venas de romanos
la sangre se empieza a helar.
Sí… no son legiones romanas,
¡son soldados de Cartago
que ya están cercando Roma!,
en Cannas triunfó Anibal…
que las palabras se cumplen
aun dadas a los once años.
[Poema épico de Flavio Cocho Gil (1935-2013). Al pie de un limonero: 11.marzo.14, y también 14.3.14]
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